Puedes estar abriendo el buzón mientras esperas a que baje el ascensor. Quizás simplemente estés fuera de tu portal esperando a alguien. O en la cola del supermercado. Total, que estás haciendo tus cosas completamente a tu aire sin hacer daño al mundo cuando aparece ella. Normalmente por la espalda, a traición, para que no tengas tiempo de reaccionar y pensar una vía de escapatoria posible.
"Quizás no me haya visto" - piensas.
- ¡Hoooola, bonita! ¿Qué tal todo?
"Vale, me ha visto" - vuelves a pensar.
Pones tu mejor sonrisa y le respondes al saludo. Puede que conozcas su nombre o no, la mía es "la señora del bajo" alias "brujilda". Y como ha notado que estás receptiva coge aire y se prepara para lanzar su ataque:
- Yyyy... ¿Qué tal llevas la oposición?
- Bien, estudiando.
- Uy, pero cuánto llevas ya, ¿no?
- Bueno... Hasta que no salgan plazas yo poco puedo hacer.
- ¿Y a ti te compensa tanto esfuerzo?
Y llegados a este punto, como dudes más de un segundo, te contará la historia del sobrino nieto de la florista que es cuñada de la panadera del barrio vecino. Un tal Miguel que se pasó muchos años estudiando las oposiciones. Pero muchos, muchos. Hasta que un día se cansó de perder el tiempo y se buscó un trabajo de verdad. Y vamos, ahora no es dueño de Mercadona porque no ha querido el muchacho pero hay que ver lo lejos que ha llegado en la vida desde que decidió abandonar la oposición.
Respiras hondo.
- Bueno, esperemos que a mí me vaya mejor en la oposición que a Miguel.
- ¿Es muy difícil lo que estás estudiando?
- Bueno, al cuerpo de maestros...
- Pero es lo que estudiaste en la universidad, ¿no?
- Sí.
- ¡Ah, bueeeeeno!
Y ese "bueeeeeno" lo dice por no decir "mujer, pues no será tan complicado entonces, digo yo".
- Bueno, mujer... Pues a ver si tienes suerte.
- A mí solo me hace falta una plaza, el resto las pueden repartir.
Y ese amago de simpatía con la simple finalidad de suavizar un poco la situación ella lo interpreta como una súplica al universo y te responde con una expresión de "Una plaza... Pobrecita ilusa...". Pero se le enciende la bombilla y recuerda a la Rosi, la hija de una prima hermana de una amiga suya del pueblo que se presentó por primera vez a unas oposiciones y las sacó. O Anacleta, la sobrina de su cuñada, que la pobre le veían cara de niña y tardó en aprobar pero al final lo consiguió después de 37 - o más- convocatorias.
Total, que cuando la mujer se cansa de restregarte por la cara todos los casos opositores que conoce, se despide porque tiene que irse. Te dedica una última mirada de compasión y la ves alejarse en el horizonte.
"¿Qué hago?" - te preguntas - "¿La mato o no la mato?"
Pero cómo sabes que el homicidio es un delito, al final te decantas por el no y subes a casa para seguir estudiando. Y después de la amigable charla a cualquiera se le queda el cuerpo para memorizar leyes o teorías que en el fondo ni te van ni te vienen. Pero te sientas en esa silla dispuesta a pasar horas en ella, porque sabes que una de esas plazas va a ser tuya, lleva tu nombre e incluso lo visualizas ya en el BOE escrito. Y cuando llegue ese momento se lo irás a restregar a "la señora del bajo", papel impreso en mano y la mayor de tus sonrisas.
- ¿Veeeeeeeeeees? ¡Sólo me hacía falta una plaza!
Lo malo es que pasarás a formar parte de su historial y cuando pille a un/a opositor/a de nuevo te incluirá junto a Miguel, Rosi y Anacleta: "Ay, pues una vecina del bloque donde vivo se las sacó. La pobre, siempre que le preguntaba estaba estudiando, ¡anda que no le echaba horas la muchacha! Una mala cara que tenía cuando me la encontraba... Y a mí no me gustaba nombrarle mucho la oposición porque bastante tendría ella con lo suyo, la pobre". Lo bueno, es que tu vecina insistente pasará a ser la de otra persona.
Y eso da un gustaaazo...
"¿Qué llevas CUÁNTO intentándolo? Pues mira que eres tonta es raro porque mi prima se la sacó a la primera. Y no estudió nada, ella fue por probar suerte y mira..."